domingo, 4 de octubre de 2015

LATIDOS DEL BAJO ALBAYZÍN. SEGUNDA PARTE




                                                                                           Fuente del Avellano

Quedan atrás los sonidos de los cohetes y el jaleo y griterío de la muchedumbre que ha terminado de ver las tradicionales pasaeras; unos dispuestos a continuar la juerga, es día de San Pedro y hay que aprovechar a tope la diversión que nos proporcionan estas jornadas festivas, que se dan de año en año, otros a tomar fuerzas después de una noche en vela, para coger por un rato el lecho doméstico, algunos se han traído los pipos de agua para ir a la Fuente del Avellano a coger la famosa, que tan bien pregonó con sus cantes Antonio Molina:

                                        Antonio Molina le canta a la Fuente del Avellano
                                            Ángel Ganivet y la Cofradía del Avellano

Qué fresquita  baja hoy                 
 el agua del Avellano
el agua del Avellano
que en graná vendiendo voy


La gente comenta como han resultado los remojones en la poza del Darro; huele a aceite caliente y a tejeringos recién hechos de Carmen La "Churera”; los últimos juerguista del Rey Chico salen doblemente  acompañados, de carga etílica  y de las "doncellas" con las que han compartido la jarana de la noche, dispuestos a continuarla en la Venta Zoraida situada a la entrada del camino del Sacromonte.



El camino se bifurca para los que van a por agua, unos la prefieren del Avellano, otros del Carmen de la Fuente, al mismo tiempo les servirá para tomar el aire fresco que arrastra la corriente del río y que se desliza por todo el Valle de Valparaiso, e incluso para sacudirse de la suciedad que han cogido en las polvorientas laderas donde se encontraba el escenario de las pasaeras.


A la entrada del Carmen de la Fuente hay un gran portón que corresponde a la casa donde vive la persona que hace múltiples ocupaciones: portero, jardinero, controlador del agua, que sale tanto al detal como al por mayor; se llama Juan, vive con su anciana madre, que cuida de este solterón, y colabora en lo que puede con las tareas que allí se realizan.

                                              Entrada al Carmen de la Fuente
Adolfo es una persona criada en el campo, procedente de uno de los pueblos de la provincia y cumple con eficacia su cometido, sencillo, bonachón, fiel cumplidor de las tareas que se le tienen encomendadas, sin embargo siempre le observé  cierta  tristeza que se manifestaba cuando se conversaba con él.


En alguna ocasión me pregunté ¿esa melancolía, será producto de su soltería?
Aquella anciana madre, pequeña pero destilando bondad a raudales, con lágrimas en los ojos me comentaba, como había tenido que intervenir, ella solita sin ayuda de nadie, para salvar a su hijo que  había querido poner fin a su vida.

                                         Río Darro, a la derecha el Carmen de la Fuente

Por el lateral derecho hay una puerta desvencijada, hecha de tela metálica, enmarcada en cuatro palos que constituyen el marco, por donde continuamente entran y salen los carros cubas. El empedrado del patio donde se cargan los carros está totalmente descoyuntado, resbaladizo por la humedad que le proporciona la enorme manguera adjunta al depósito de agua que sigue goteando después de cumplir su misión de llenar las cubas; la pared del aljibe chorrea agua, y junto al verdor del musgo que la cubre producen una atmósfera  refrescante en verano y de escalofrío en el invierno, aunque en esta última época se suele frecuentar más tardíamente este lugar.

                                               Carro cuba de agua del Carmen de la Fuente

Hay un poyete que separa el lugar donde están los carros, del patio donde se encuentra la fuente para coger el agua al “detal”, a veces la cola de gente para llenar el pipo o el cántaro es tal que hay que esperar un buen rato. Hay dos caños con sus respectivas palancas para que no se desperdicie el líquido. El patio está separado por una alta baranda que lo delimita con el resto del carmen.

                                                    La perra chica y la perra gorda

Una perra chica hay que entregar en el acceso por el enorme portón, donde el casero controla, y una perra gorda si se trata de un cántaro. Sin embargo, la pillería de los chiquillos, a veces, era tal, que aprovechando la distracción del control, se pasaban por la puerta de los carros y ya tenían una moneda para gastársela en las chucherías que vendía el anciano “Molinica”.  

                                     El Carmen de la Fuente en la margen izquierda del Río Darro

El Carmen de la Fuente en la ribera izquierda del Darro es enorme, allí vivía, en otro caserón, después de un largo paseo rodeado de bojes el dueño, D. Antonio Avilés y su señora Dª Adela, ambos entregados al mantenimiento y conservación, muy especialmente el dueño que continuamente estaba luchando con el río, colocándole parapetos para evitar que lamiéndolo, poco a poco, pudieran irle quitando territorio.

                           Abajo a la derecha casa del Carmen de la Fuente, a la izquierda Camino del Avellano

D. Antonio, funcionario de correos, hombre enérgico era en cierto modo un poco el terror de los chicos del barrio, utilizaba sus argucias para evitar que los mozalbetes penetraran en la hacienda, para llevarse la fruta, por distintos puntos vulnerables que tenía el carmen.
                                 El dueño del Carmen de la Fuente lo protegía luchando contra el río

A la entrada del Camino del Avellano vivía el pianista “El maestro Novi”, con su familia esposa e hijas.


Daba clases de piano en su casa y promocionó a alguno de sus alumnos convirtiéndolos en artistas consagrados de la canción moderna, entre ellos puedo citar a Gelu, que llegó a grabar varios discos y tuvo un periodo de éxitos como artista consagrada.

                             Casa reformada donde vivió el maestro Novi y después Manolo Gómez el dueño
                                                                               de la Sala de Fiestas el Rey Chico

La casa donde vivió el maestro Novi, la compraría Manolo Gómez, cuando se hizo cargo  de la Sala de Fiestas del Rey Chico, y allí estuvo viviendo hasta que se suprimió el club nocturno. De Manolo Gómez y el Rey Chico ya hemos hablado en la primera parte del Bajo Albayzín.


El carmen de los Chapiteles, un palacete que tiene sus comienzos en el siglo XIV, ubicado en un entorno único al amparo de los jardines del Generalife y frente a los carismáticos y populares barrios del Albaicín y el Sacromonte, después de seis siglos, aún podemos admirar sus artesonados originales y disfrutar de la belleza de sus jardines nazaríes.

                                            Jardines del Carmen de los Chapiteles

Este carmen fue un regalo de los Reyes Católicos al General que mandaba sus ejércitos, el Gran Capitán, D. Gonzalo Fernández de Córdoba, cuando se tomó la ciudad de Granada y se puso fin a la Reconquista. 

                                        El Gran Capitán. D. Gonzalo Fernández de Córdoba

De esta forma, empezó la historia de la que ya en su día era una de las casas más hermosas y preciadas de la ciudad.

                                               Carmen de los Chapiteles en la actualidad
Allí conocí al anterior propietario, D. José que junto a su esposa pasaban los veranos en el carmen donde también vivían sus dos hijas casadas con un juez y un jefe de policía. Actualmente el carmen propiedad de la familia Jerónimo Páez, funciona  como hotel, así como para la celebración de diversos eventos: bodas, bautizos, primeras comuniones, reuniones de empresa…
Hay un dicho popular que dice: “Me dijeron que en Granada había un tesoro y lo he encontrado. Es el Carmen de los Chapiteles”.

                                                  Un gigantesco monstruo metálico
Huele a alquitrán, al doblar la esquina de la Cuesta del Chapiz, un gigantesco y descomunal monstruo metálico, con un gran ruido estruendoso, detiene mis pasos, algunos de mis amigos lo contemplan extasiados, aquel gigante de hierro, con su maciza rueda delantera, va aplastando las piedras que, amontonadas al borde de la cuesta, han triturado a golpe de marro los picapedreros.

                                                           Los picapedreros
¡Todo es atronador! La máquina aplastadora, produce un ruido infernal, de pronto se detiene y suelta un chorro de vapor, 

                                      La máquina aplastadora suelta un chorro de vapor

una especie de desahogo al duro trabajo que va realizando, las piedras miran como despavoridas intentando pedir auxilio al monstruo que se les aproxima sin compasión, las va lentamente aprisionando dejando todo completamente plano.

                                                   Máquina aplastadora 

Por  la puerta de la huerta de Millán, (donde actualmente se encuentra el Palacio de los Córdova ), sale su dueño acompañado de su señora y sus dos hijos. Millán es el administrador de unas grandes fincas, y su hijo también de nombre Millán y apellido Millán estudia bachillerato en el Seminario de Maestros del Ave María. Intelectual como él solo, prueba de ello es el cargo que actualmente desempeña a nivel

                                               El avemariano D. Millán Millán Muñoz


del calentamiento global, cambios en el medio ambiente, es el Director del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo, sin embargo, de chiquillo era todo un diablillo, raro era el día que no traía un invento nuevo al colegio,  algunos de ellos con detonaciones incluidas, muñequitos de papel pegados en el techo de la sala de estudios, que hábilmente los colocaba. Alguna aventurilla cuando no quiso presentarse en casa después de un suspenso y vivió una noche subido en un olivo allá por la barriada del Fargue.

                        A la derecha abajo, donde se encuentra el Palacio de los Córdova era la Huerta de Millán

Aquella mañana iba a la huerta a comprar tomates, pepinos y berenjenas, que se encargaría de vendérmelos José Garrido el hombre que trabajaba la huerta.

                                          José Garrido regando la huerta de Millán

Hay que entrar en un vergel, como es la huerta,  para comprobar la plenitud de la naturaleza, deleitarse en los canalillos por donde pasa el agua, limitados por altos caballones, y exhalar el perfume que destilan las matas de tomates para  dejar salir al exterior toda la esencia que llevan dentro como agradecimiento al agua prodigiosa que les calma la sed.

                                                Productos de la huerta

¿Usted, lector, ha tenido esta experiencia? No hay nada mejor que comerse un tomate recién cortado de la mata, después de acercárselo a la nariz para  experimentar ese olor tan exquisito que desprende como un regalo anticipado al que lo va a consumir.

                                                     Regando la huerta

Me recreo observando al hortelano, con el pantalón remangado hasta las rodillas, azada al hombro, caminando por encima de los caballones y dirigiéndose al lugar preciso para dar unos cuantos golpes de azada sobre la tierra empapada por el agua, y desviarla  para que de vida a otro sector enriquecido por el verdor de los pepinos, y el barniz brillante, color morado, con el que cubren su cuerpo las berenjenas.

                                               Escuelas del Ave María Casa Madre
    
El hortelano venido de la Peza, pueblo donde se fabrica el mejor carbón de leña, después pasaría a ser el guarda y hombre de mantenimiento en las Escuelas del Ave María. Sus hijos, Encarnita Pepe, y Pepi , desempeñarían puestos en la enseñanza, en la administración como empleado en prisiones y empresa de chacinería.
Aquel día me atraía enormemente el ruido y el espectáculo que había en la Cuesta del Chapiz.

                                                  Alquitranando una calle

Los obreros, cubriendo sus pies y parte delantera del cuerpo con sacos de aspillera, manguera en mano a modo de una enorme regadera cuyo chorro un líquido espeso de color negro salido de un depósito aciago van depositando detrás del gigante.


                                                Alquitranando una calle

Hay un vapor especial que se desprende del depósito envolviendo el ambiente; humo originado por la leña que arde para calentar y derretir el alquitrán que ha de salir para ir regando el empedrado; se entremezclan, humo, vapor, calor del ambiente,  englobándolo todo.
Un grupo de mis amigos me ven salir de la huerta y alguien me grita:
-¡Pepito, nos están asfaltando la cuesta!

                                                                                   Cochera para vehículos fúnebres

Con mi cesto cargado de los productos de la huerta de Millán, -anteriormente había sido de una maestra llamada Dª Salomé, allí tenía una especie de guardería para los pequeñines del barrio- me detengo para dejar paso a un coche fúnebre que tiene la cochera en la casa que hay a continuación de la huerta, allí se encierran varios de este tipo que entristecen el ambiente cumplimentado con el conductor, cuyo aspecto  físico no es muy agradable, y además tiene un ojo que ni parpadea y siempre mira en una misma dirección, el ocelo era de cristal; alguna vez, de niño, me pregunté, ¿será condición indispensable  para ser conductor de un coche funerario  tener un ojo de cristal?

                                          El olorcillo a canela que sale del obrador de caramelos

Curiosamente la tristeza que impone el vehículo se amortigua con el olorcillo a canela que sale del obrador de caramelos que hay contiguo de la cochera; por la ventana que da a la calle me gusta observar cómo, sobre una especie de alcayata clavada sobre un blanco alicatado, una enorme masa color ocre acaramelado el confitero cuelga esta pasta, como si fuera un chicle gigante, la estira una y otra vez volviéndola a lanzar sobre la escarpia, hasta que adquiere el nivel que él estima oportuno. Después colocada sobre una mesa de mármol va confeccionando largas tiras a modo de extensas  longanizas que irá partiendo en trocitos surgiendo las famosas, “papas de la sierra” cubiertas con canela, que en aquellos tiempos fueron el recreo, del paladar de chicos y mayores.
- ¡A perra gorda ¡A perra gorda! ¡papas de la sierra! Pregonaban por las calles los vendedores.
Existen pregones curiosos en esta Granada, que pueden llevar a la confusión al extraño que no las conoce, por ejemplo:
- ¡Perdices asaaaa! ¡Perdices  asaaaa!

Es el pregón del señor que ante un bidón de petróleo convertido en un enorme hornillón vende patatas asadas, o el que anteriormente hemos indicado
-         ¡A perra gorda, a perra gorda! ¡Papas de la sierra!
-         El pregón que correspondía, a los ricos caramelos cubiertos de canela, sin envoltura de ninguna clase.

                                              Carmen del Negro de Guerri
 Del Carmen del Negro sale Guerri, el dueño del Fotomatón en la Calle de Reyes Católicos, Rocío su mujer asomada al balcón lo despide mientras su hija Rociíto, (casada con el médico D. Juan Alvarado, cuya vivienda y consulta la tuvo en la Calle San Juan de los Reyes, frente al convento de la Presentación) y sus dos hijos se divierten bañándose en la piscina que tiene el carmen.

                           Entrada actual al Carmen del Negro, en estos momentos totalmente abandonado
-Señores ¡Qué pena! 
Con aquel maravilloso Carmen del Negro se ha cometido uno de los mayores y más monstruoso sacrilegios que se le han podido perpetrar a nuestra ciudad; sus jardines, fuentecillas, glorietas, huerta e incluso vistas han quedado masacradas por la vorágine de la especulación. El cemento ha hecho presa destruyéndolo totalmente, y con el mayor de los absurdos esperando la terminación de un enorme y macizo bloque que duerme el sueño de los justos.

                                           La casa donde vivió Leonardo el fotógrafo

En una terraza próxim a al Carmen del Negro, Leonardo, otro magnífico fotógrafo que tenía su estudio en la Calle Navas, excelente coleccionador de guitarras, está potenciando sus pulmones con el aire fresco de Valparaiso al mismo tiempo que hace su diaria tabla de gimnasia. Sus tres hijos dos hembras y un varón, y su mujer, María Luisa,  forman esta familia. Leonardo su hijo, le siguió a su progenitor en la fotografía y la mayor de sus hijas, desarrolla su vida por esos mudos de Francia.
La tarde en este recorrido, va declinando y el calor sofocante de este mes de agosto se va amortiguando por la debilidad de los rayos solares en este atardecer.

                                La Cuesta del Chapiz, el calvario de los mulos que arrastran la pesada carga

La Cuesta del Chapiz, de piso terroso y pedregoso es el calvario de los mulos que arrastran esa pesada carreta sometidos a los improperios, blasfemias y varetazos, que sobre sus lomos le propinan los carreteros de forma inhumana quieren que, esas pobres bestias, consigan llevar la carga hasta el final de la cuesta, resbalándose continuamente  e incluso dando con las rodillas en tierra para a golpes de vara, de gritos e injurias, los vuelven a levantar.



El Carmen de Salazar residencia de D. Manuel Hernández, militar de alta graduación en la Fábrica de Pólvora de Santa Bárbara en el Fargue, vive con  sus dos hijas, Isabel matrona y Guillermina junto al ama de llaves Teresa y su hijo Jaime, químico en Clermont Ferrant en Francia.

                                              Seminario de Maestros del Ave María

Sale con dirección al Colegio Seminario de Maestros, el doctor D. Antonio Bolivar, acaba de pasar consulta y va a dar su clase de Anatomía a los alumnos que estudian el primer curso de Magisterio. Vive en este mismo  carmen con su esposa  y sus tres hijos, dos varones, médicos, y una hija. 

                                                  Las vacas de Joseíco
Percibo el olor a establo y a vacas, son las de Joseíco que tiene la vaquería en el Carril de San Agustín, ritualmente todas las tardes bajan a abrevar en el Molino del Negro que se encuentra debajo del Carmen de Salazar.

                                          El agua mueve las palas del molino

En el molino del Negro, se escucha el ruido del agua de la Acequia de San Juan al chocar vertiginosamente sobre las palas de la rueda de madera que moverán las pesadas piedras entre las que se ha colocado el trigo, para convertirlo en blanca harina.
El espectáculo de las vacas es la diversión de chicos y mayores, escondiéndose en los portales y trepando por las rejas de las ventanas para evitar un mal encontronazo.


La mano de Antonio Ramírez, el portero del Seminario de Maestros, impulsa la cuerda de la campana que da los últimos toques para entrar en clase, mientras Encarna, su mujer, con voz tonal de grito salida de lo más profundo de un pantano, llama por el altavoz a uno de los colegiales.

                              La familia Medina Villalba, en la portería de la Casa Madre del Ave María

Enfrente se encuentra la entrada a la Casa Madre de las Escuelas del Ave María, Josefa la portera, pequeña de tamaño pero grande en acciones, no solo para sus convecinos sino para todo el que llamara a la puerta, junto con su esposo Torcuato y sus tres hijos, María matrona, Manuel empleado de banca y José Medina Villalba, maestro de estas Escuelas, forman una familia que marcó su sello de identidad en el Bajo Albayzín.

                                          Las patinetas obras de ingeniería infantil

La tarde ha caído, las farolas de las esquinas de los callejones débilmente comienzan a iluminar, la Cuesta del Chapiz recién asfaltada, es el reclamo perfecto para la chiquillería del barrio y la de otros lejanos que vienen a estrenar sus patinetas sobre el alquitrán de la calle. Las hay de todo tipo, algunas verdaderas obras de ingeniería infantil, con asiento de cuero, bellos dorados, buenos cojinetes de acero; las hay individuales, el conductor sentado y acompañante detrás de pie, que hará de disco de freno con las suelas de sus alpargatas, y enormes con freno incluido donde se pueden subir hasta seis.

                                                   El guindilla del Ayuntamiento

¡Que os, que os! Es la voz del vigilante que en la esquina del Callejón de los Frailes alerta de la llegada del guindilla y poniendo pies en polvorosa todos desaparecen perdiéndose por los callejones.
Un ruido atronador pone en vilo a toda la vecindad, un caballo yace muerto con los intestinos fuera al final de la cuesta mientas cristales de sifones y gaseosas se encuentran  esparcidos por la ribera del río.


Aquel día el repartidor se le había olvidado echarle el freno al carro amarillo de las bebidas refrescantes, un freno que desde el pescante, donde iba sentado, manejaba a su derecha como un manubrio al que se le dan vueltas y más vueltas. 

                                          Los carros de reparto de gaseosas y sifones

Empujado por la presión del vehículo el caballo se fue deslizando, desde la puerta del Portalón por la resbaladiza cuesta alquitranada, hasta adquirir tal velocidad, como el esquiador en un eslalon gigante, para llegar a  chocar bruscamente con el pretil del río, el carro con toda su carga cayó al cauce. La multitud se agrupó alrededor para contemplar al caballo; durante varios días ésta fue la comidilla de conversación entre la vecindad.

El pobre de los domingos.
Por aquella época abundaban los pedigüeños que iban de puerta en puerta, por regla general solían aceptar aquello que buenamente se les ofrecía, porque ellos mismos comprendían que la abundancia era una dádiva que, por aquellos tiempos, escaseaba en los hogares.

                                                     El pobre de los domingos

Siempre recuerdo aquel anciano, o por lo menos a mí me lo parecía, porque el desgaste, la miseria, sufrimientos y mala vida habían precipitado su edad, de luenga barba, desmelenada cabellera, blanqueadas por la dureza de las penalidades, mal vestido, pantalón pleno de remiendos, sandalias en las que se marcaba el desgaste, por los caminos recorridos, zurrón cuyos lamparones era la señal de identidad por los desperdicios que contenía, trozos de pan duro, o cualquier otro vestigio alimentario caído, como migajas de la mesa de cualquier hogar.
Jamás, en el tiempo que lo conocí, llamó a la puerta, le llamábamos el pobre de los domingos, porque era el día, sin faltar ninguno, como fiel cumplidor de su deber, esperaba pacientemente en la puerta hasta que mi madre le ofrecía un trozo de pan del día que respetuosamente besaba,  o un plato de cocido o cualquier otro que en ese día se había confeccionado para la familia, se lo tomaba con avidez y con “un Dio se lo pague”, se marchaba hasta el domingo siguiente.

                                      En el Paraíso Eterno lo recibirían con los brazos abiertos

Hubo varios domingos que detectamos la falta de nuestro pobre, sin decir nada, sin molestar, tal como llegaba en esa jornada se nos marchó al paraíso eterno, donde tengo la completa seguridad que no esperaría en la puerta, le recibirían con los brazos abiertos y  los mendrugos de pan y demás desperdicios que en la tierra recibió, se convertirían en los manjares celestiales más deliciosos.

                                                                                   Los charlatanes en las plazas públicas

Los llamados charlatanes, subidos en un pódium en la plaza de Bib-Rambla o de la Trinidad, con su maleta abierta y lanzado a los cuatro vientos sus pregones, impregnados de la dulce miel  de sus palabras como reclamo para atraer a un numeroso público que se agrupaba a su alrededor, los que enseñaban los misteriosos contenidos de la enigmática maleta, ofreciendo sus productos por unos ridículos precios pero al final conseguían engañar al inocente que se creía todo el pregón lleno de obsequios y regalos que no llegaban al que se había atrevido a caer en la red de sus pregones. Ahora estos charlatanes hacían su labor  visitando puerta por puerta, casa por casa, a los vecinos del barrio. (En la actualidad estos charlatanes ofrecen sus productos en recepciones en los hoteles con el atractivo de un obsequio a los que asisten a estas reuniones).

                                               El moderno charlatán
Venían, de Marruecos, por lo menos esa era su primera presentación, con sus maletas bien repletas, elegantemente vestidos, muy educados, con un ceremonial de palabrería ofreciendo los artículos que portaban por unos ridículos precios.
Solían ofrecer lotes de ropa que normalmente consistían en cortes de trajes o de vestidos de señora, lotes de sábanas, alfombras… A mi casa vinieron más de una vez, basta que hubiésemos picado para que sucesivamente y con cierta frecuencia se dieran su paseíto  para ver si de nuevo sacaban negocio.

                                               El elegante charlatán domiciliario

-Buenos días, señora. Hoy le traemos las últimas novedades importadas de Melilla.
Mi hermana María, que anteriormente había caído en la red de estos charlatanes domiciliarios comprando algún corte de traje, que no había sido fiel reflejo de lo que ellos pregonaron en su día, con gesto no muy agradable respondía.
-No, no necesitamos nada, ni nos interesan sus maravillosas ofertas.  Esta repuesta no arredraba en lo más mínimo a estos señores, que solían venir en pareja.
-Escúcheme, señora, -mientras decía esta frase muy ceremoniosamente, ya había colocado la maleta en la primera silla que estuviera a su alcance, e "ipso facto" la tenía abierta de par en par.
                                                 La maleta del charlatán

Sacaba el primer corte de traje se lo colocaba sobre el antebrazo y dándole unas palmaditas, mirando fijamente a los ojos de mi hermana que no salía de su asombro ante la rapidez con la que se había desarrollado todo.
-Señora, este es el mejor corte de traje de auténtico paño de angorina que usted puede adquirir por el ridículo precio de cien pesetas.
-No me interesa.

                                                   Corte de vestido de mujer

El charlatán, que domina perfectamente su pregón, saca de nuevo otro corte, ahora de un vestido para mujer.
-Bueno, ¿qué le parece esta extraordinario corte de vestido para hacerse el mejor traje y lucirlo en las próximas fiestas de Corpus?
-No me interesa.
-El anterior y éste por el mismo y ridículo precio de cien pesetas. Sucesivamente fue sacando otras prendes y siempre por el mismo precio.
Finalmente nuestros charlatanes, que se solían apoyar en la verborrea de sus pregones, ante la persistente negativa, cierran la maleta, y se marchan.
-Usted se lo pierde, señora.
No había pasado media hora cuando de nuevo aparecen ofreciendo todo el lote por cincuenta pesetas.
Estos eran los charlatanes a domicilio, todo un espectáculo íntimo y casi familiar, que después de hacer y decir, que no vuelvo y volver, regresaban hasta conseguir colocar la mercancía. Escenas del pasado, que a los pequeños nos divertían.

                                               Los "raspaos" de hielo con licores

Más arriba, en el peso de la Harina, esquina con el Camino del Sacromonte, María Jesús, con su pequeño puesto de chucherías y su enorme barra de hielo, sobre un saco de esparto colocado sobre una pequeña y desvencijada mesita, rasca que rasca, con su cepillo metálico; levanta la tapa, aprisiona con su mano el hielo triturado, con un ritual especial le va echando el líquido que se almacena en tres botellas: amarillo limón, verde menta, y rosa fresa, para entregar al cliente esa especie de bandera tricolor que momentáneamente refrescaba y saciaba la sed.

                                            María Jesús con su puesto de chucherías
                                              Quise ser hombre, pero me iban tan mal los años....

En aquel puesto de chucherías me compré mi primer cigarro de matalauva,  porque quería dejar de ser niño para ser hombre, pero, cuando pasó el tiempo, me di cuenta que me iban tan mal los años que quise volver a ser niño pero ya no pudo ser.

                                            Los pellejos de vino del "Portalón"

                                           En este sitio se encontraba "El Portalón"

Frente a María Jesús, estaba el Portalón con sus pellejos de vino y José Barrales detrás del mostrador sirviendo a la clientela; aquella taberna decorada con enormes carteles de toros, del Corpus Christi, daba cobijo a los trabajadores que bebían para olvidar, después de una jornada intensa de trabajo, las penalidades y miserias de la vida, que les había tocado llevar.

                                   "El Portalón" en primer lugar, enfrente el estanco de Antonio (1945)
                                     En el primer edificio estaba el estanco enfrente "El Portalón" (2015)

En la esquina de enfrente había un estanco, era el  único del barrio, más de una vez fui a comprar cerillas, tenía un mostrador de madera haciendo un ángulo recto y en el lateral izquierdo había una vitrina donde recuerdo haber visto cuadernos, lápices y otros utensilios escolares, al frente, las estanterías con sus casilleros correspondientes donde se encontraban las cajetillas de tabaco, 

                                           El estanquero de la cuesta del Chapiz

los currucos, cajas de cerillas…, el olor característico que allí se percibía, aún sale a relucir escondido en lo más profundo de mi pituitaria; al fondo se veía la cocina, a la derecha, unos escalones para subir al cuarto de estar. Antonio Villalba, un señor mayor de pequeña estatura, pero con una gran amabilidad, primo de mi madre, vivía con sus dos sobrinas, Josefina y Rosita, dos grandes mujeres de belleza excepcional y admiradas por todos los convecinos.    

                                             El poeta Antonio Fernández, "Talismán".
                                               La poetisa Josefina Manzano

Sobre unos altos tacones, que solamente ella es capaz de llevarlos como una magnífica equilibrista, sale Josefina Manzano, sobrina del estanquero Antonio,  acompañada de su esposo Antonio Fernández, “Talismán”, ambos son los poetas del barrio.

                                          Reynaldo Fernández Manzano, director de la Alhambra
                                                 Azucena Fernández Manzano, pianista, profesora y directora de orquesta sinfónica

Josefina es como un elegante ciprés que derrocha estilo y distinción  al caminar, es la admiración de todos los que la observan cuando baja por la Cuesta del Chapiz cogida del brazo de su esposo, con su cabello y barba comenzando a blanquear siente el orgullo de llevar junto a él a su amada.

                             Antonio y Josefina con sus cuatro hermosas flores: Reynaldo, Azucena, Preciosa y Ninfa

De este matrimonio surgieron cuatro hermosas flores, que han desarrollado el germen que en ellos depositaron sus padres, amantes de las bellas artes, música, poesía… Azucena, pianista, directora de orquesta sinfónica, profesora de música; Reynaldo, director del Centro Documental de Música de la Junta de Andalucía y actualmente Director de la Alhambra; hermanas Preciosa y Ninfa, constituyen este hermoso ramillete que nos dejaron sus progenitores.

                                       Tienda de comestibles de Juan Manuel Bolivar
                                                  Las cartillas de racionamiento
                              En este lugar se encontraba la tienda de comestibles de Juan Manuel Bolívar

Juan Manuel Bolívar, el de la tienda de comestibles, a la entrada del Camino del Sacromonte en plena placita del Peso de la Harina, corta los tiques de las cartillas de racionamiento, mientras sus otros hijos Cipriana, Juan Manuel y Crisóstomo despachan las escasas raciones que a cada vecino le corresponden.

                                                     Medidor de aceite

Había sobre el mostrados dos artilugios que siempre que entraba en la tienda me llamaban la atención, una especie de torreta de cristal por donde subía el aceite después de accionar  una manivela,  éste salía al girarla en sentido contrario, depositando sobre la botella del cliente la cantidad que se pedía.

                                          Molino de café en la tienda de comestibles (1945)

Una enorme rueda que al girarla molía los granos de café, del que entonces se le conocía como “el bueno”, depositados en  la máquina adjunta perfumaba el ambiente que alimentaba a los parroquianos, y no la cebada tostada que la mayoría consumía para hacer el café de “pucherete”.

                                             Los jazmines se derraman por los tapiales del carmen

En una mañana primaveral en las que los jazmines se derraman por los tapiales de los cármenes, y el olor penetrante de las celindas nos embarga de tal manera que quisiéramos, en nuestras inspiraciones,  dejarlo dentro de nuestro ser, Giorgius Still, pintor de origen belga, vino a Granada y se enamoró con tanta intensidad que se quedó a vivir aquí, se compró un carmen al pie de las Siete Cuestas en el Sacromonte en cuyo frontipicio de entrada se podía leer: Carmen de D. Jorge.

                                                     Sacromonte

Aquella mañana, con su caballete montado en la Cuesta del Chapiz, esquina con el Peso de la Harina, se deleitaba y deleitaba a los pasantes, metiendo en su lienzo todo el paisaje que le rodeaba. Manejaba con una maestría excepcional la espátula y trasladaba el óleo de su paleta como el albañil que usa la  palustra en sus construcciones, daba la impresión que la naturalidad de lo que observaba la quisiera trasladar, con el mismo relieve con que la contemplaba.


Giorgius Stiil, al que me unió una buena amistad, lo mismo pintaba que cuidaba el jardín de su carmen, alguna vez lo vi como el mejor jardinero, botas hasta las rodillas, sombrero de paja en la cabeza y azada al hombro regando los parterres de su carmen. Granada y sus rincones más enigmáticos, los pasajes costumbristas de sus gentes están en los museos belgas y en colecciones particulares.  

                                                  Entrada a la Escuela de Estudios Árabes
                                           Jardines de la Escuela de Estudios Árabes

Emilio,  el hijo de  Dolores y Emilio García los porteros de la Escuela de Estudios Árabes,  me invita a que juegue con él por los jardines y allá nos perdemos en aquella casa morisca donde vivieron los moriscos Lorenzo el Chapiz y Hernán López el Feri . “La Casa Blanca”, Dar al-Bayda. Por eso se le llama a esta zona, Arrabal de la Albaida. Después tomaría el de alhacaba (cuesta) del Chapiz. 
A rastra culo, con un enorme parche hecho con yantas de avión, “Antoñico”, se desliza con rapidez de un lado para otro, es un niño metido en un cuerpo de hombre, deforme, largo cuello que estira cuando se le interroga, piernas torcidas a quien la naturaleza le ha privado de las demás capacidades que solemos tener los humanos, sin embargo “Antoñico”, tiene una memoria prodigiosa para todo tipo de fechas relacionadas con eventos familiares.


-“Antoñico”, ¿cuándo nació el hijo de la Maruja, la que vive en el Callejón del Boli?
“Antoñico” se retuerce, estira los brazos, tuerce el cuello, la vista se le desencaja, y tartamudeando, no sólo dice el día exacto sino que incluso cita fidedignamente la hora en que ocurrió el alumbramiento. Y así con cualquier otra fecha de otro diferente suceso ocurrido en el barrio.

                                                 El puesto de Carmen 

 Carmen la del puesto de comestible, estaba a continuación del estanco; una loncha de queso que se partía de medio queso único en el establecimiento, cuatro rodajas de salchichón añejo, porque no todo el mundo se puede permitir ese lujo y de estar colgado del techo se ha ido envejeciendo, medio litro de aceite, una aguja, cuarto y mitad de lentejas, una sardina arenque…, el puesto era pequeñito pero era casi un supermercado, podías encontrar de casi todo, de lo que en aquellos tiempos se consumía dependiendo siempre de su dueña que era la que despachaba y solo ella podía tocar los productos.

                                         Las cintas para coger las moscas

Había una cinta reluciente, colgada del techo, por tener cierto atractivo para esas que molestan mucho durante el verano, completamente lleno de moscas. Un fuerte olor  a vinagre se percibía en el ambiente y más de una vez, -cuando el puesto lo heredó su hijo Pepe, persona de mal genio, casado con Carmela- me los encontré en la trastienda comiendo al mediodía porque el puesto, llámesele como se quiera, estaba abierto todo el día.

                                                 Aljibe de Rabad al-Bayda

Poco más arriba, pasada la aljibe de Rabad al-Bayda, Paquito, el dueño, con sus dificultades para caminar,  instaló en la Cuesta del Chapiz un establecimiento de chacinería,  “La Nazarita”, 

                                  La tienda de Paquito, "La Nazarita", estuvo en este lugar tapiado

que era la admiración del barrio, con un aire de decoración arabesco mezclado con tintes alpujarreños, allí se podían adquirir los mejores productos derivados del cerdo.


Mirando a la aljibe, los hermanos Segura, Dª Luz y D. Juan, oriundos del Marquesado del Zenete, cubrieron las necesidades médicas de la Cuesta del Chapiz, Sacromonte y aledaños, ella con su farmacia y él pasando consulta médica, paño de lágrimas de muchas personas que recibieron asistencia facultativa y fármacos gratuitamente.
Sones de guitarra salen del Callejón del Boli, son notas que emergen de las cuerdas de una guitarra magistralmente tocadas por las manos de Manolo Cotés Maya, está ensayando para realizar los ejercicios diarios que habrá de poner de manifiesto por la noche en la Cueva de la Golondrina, mientas tanto su mujer, Teresa Fajardo, llama desde la esquina de la calle a su hijo Antoñín, para que acuda a tomarse la merienda.

                                             Sacando agua del Aljibe de los Abades

Las mujeres del barrio, Maruja la modista, especialista en la confección de vestidos de gitana, para las que actuaban en las zambras del Sacromonte,  su madre Esperanza, mi tía Remedios, María la mujer de Antonio el carpintero, la Ripoll, Carmencica, la del puesto donde compraba los bastos pastores de mi Belén, Dª Remedios, la mujer de D. Antonio Sánchez Riquelme,  el maestro director de la Casa Madre del Ave María, los Cogolludos, María Jesús, la de las chucherías,

                                      Aquí tuvo el puesto de chucherías la anciana María Jesús

 por citar algunas, con sus cántaros en las caderas y los cubos, hacen cola para sacar el agua del aljibe que hay un poco más arriba, de  la llamada  mezquita el Jorobado, (Yami al- Ahdab) agua para lavar, agua para guisar, agua para el aseo, agua para todo.

                                          El agua de los aljibes, se muere de puro sola

De noche, porque la noche nos deja a todos a solas; de tarde porque es hermoso quedarse en la tarde a solas, el agua de los aljibes se muere de puro sola. Hasta por la mañana, las mujeres se le asoman y cubo a cubo le suben la canción íntima y mora. Y cubo a cubo le quitan las penas de la memoria. En mis recuerdos como resuena mi voz de niño, cuando gritaba asomado al brocal por el aljibe de la Cuesta del Chapiz.

                                             La fábrica de bolas de los Cogolludos

En los límites, por citar término al Bajo Albayzín, el ambiente se ennegrece y se escucha el rumor ronco de los bombos de la fábrica de bolas, de "Los Cogolludos".  La rampa de subida está totalmente oscurecida por el trasiego de la materia prima que allí se utiliza.

                                             Bolas de carbón

Una ristra de bombos de madera separados,  unidos por un eje  los atraviesa por el centro, dan vueltas y vueltas,  como una ruleta, mientras el empleado los detiene y por una pequeña compuerta, pala en mano de una materia negra y aparentemente pegajosa, los va alimentando; así se hacían aquellas bolas de carbón que servían, en aquellos tiempos, para proveer los hornillos  en los que se cocinaba. Allí se vendía todo lo relacionado con el carbón, tierra, picón y cisco.

                                                   La vaquería de Joseíco
                                                  Entrada a la vaquería

La vaquería de Joseico se encontraba al comienzo del Carril de San Agustín, de niño, todas las tardes entraba con mi vaso y una peseta para beberme allí mismo, la leche espumosa recién ordeñada; hoy se me reprocharía de poco higiénico, pero para mí era un regocijo corporal y espiritual. El mugido de las vacas, el olor penetrante de la cuadra, el chazquido de las pezuñas sobre el suelo humedecido por el orín reviven por momentos en mi subconsciente y me hacen niño. 

                                                  Los pirulines del tío del avión
¡Saben a limón, saben a turrón, si los quiere usted, se los come usted y si no para el café! Así pregonaba  el hombre misterioso de la ruleta y del avión, que corría más que el tío de la lista, a pecho descubierto, alpargatas medio rotas;  sobre un largo palo echado sobre el hombro, llevaba una ruleta y encima un avión en el que había clavados unos pirulines de caramelo que él mismo fabricaba. Por una peseta, girabas la ruleta y te correspondían X pirulines, en función de lo que había marcado la rueda giratoria. Volaba más que corría, después de despacharte, hasta que aparecía un nuevo cliente.



                               Donde está el letrero del Peso de la Harina, en el pasado fue barbería

Subiendo la escalonada Cuesta de San Agustin, nos encontramos a los “Truenos”, Antonio y Juan, de alto tronío en su barbería, donde siempre me llamó la atención, mientras me pelaban,  el canto de un jilguero que nunca pude ver porque se encontraba en la tras-barbería, detrás de una cortina que siempre estaba echada.



Junto a la barbería completamente en el ríncón, estuvo el centro de reunión de los “pastoreros”, donde vivió el funfador, José Castillo Bravo, pastor de Fuente Vaqueros,  aquí se reunían allá por el año 1954, cuando comenzaron a funcionar, un grupo de pastores de esta zona de la Vega, hoy constituyen la Cooperativa de Santiago con un gran potencial de mercado lácteo.

                                          Estudio del escultor Luis Heredia

Tres escalones más arriba, de esta cuesta, estaba la cueva del escultor Luis Heredia, hijo de la Faraona, donde tenía su taller de trabajo y una gran exposición de obras de arte.

                                       Desde la Placeta de la Victoria. Óleo de José Medina 

 Finalizo esta segunda parte haciendo una reflexión, todas estas gentes citadas, en ésta como en la primera parte son la memoria histórica del Bajo Albayzín, en su caminar diario mantuvieron en plena vitalidad este lugar de la ciudad de Granada, sin ellas no habría tenido razón de ser el conocido Barrio de San Pedro, con sus fiestas y avatares, talleres artesanales, tascas, tiendas..., gentes que se conocían a la perfección y formaban una gran familia, unas de abolengo, otras sencillas, trabajadoras, todas merecen ser grabadas con letras de oro en el frontispicio de entrada a este maravilloso arrabal del Albayzín, por su quehacer diario y contribución a su subsistencia.
Es el testimonio fidedigno del que convivió con ellos.
(Próximamente continuaremos con la tercera parte del Bajo Albayzín)

                                                 José Medina Villalba

1 comentario:

  1. Este testimonio es verdaderamente asombroso. Soy una mujer con 2 niños. Desde la muerte de mi esposo, me encontré en problemas y tenía un montón de deudas a pagar antes de finales de enero y comenzar mi propio negocio. Le pregunté a mis vecinos y tengo mi banco de ayuda, pero que las personas no quieren ayudarme; Estaba en serios problemas. Yo le respondí unas cuantas ofertas de préstamo en el Internet y hacer trampa dos veces. Pero para continuar mi investigación,
    Leí un testimonio de préstamo, que habló con un discurso de la señora vadez, honesto y serio. Bueno esta señora me ayudó con un préstamo de 16.000 €. Usted garantizado que recibí el préstamo la semana pasada, y con ese dinero podía pagar mis cuentas. Es cierto que estuve de acuerdo en pagar por el dinero y no está mal como los otros ladrones. Si usted desea hacer el préstamo, asesorará y guiará a esta señora, y usted no será decepcionado. en contacto con ellos: correo electrónico: angelavadez8@gmail.com
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