miércoles, 10 de febrero de 2016

LOS COLORES DEL OTOÑO...



     
Otoño en Granada

El otoño –que astronómicamente se inicia en el equinocio del mismo nombre y concluye en el solsticio de invierno-


 es la estación  que se presta con mayor frecuencia a la reflexión en soledad (unas veces pesimista  y otras de pura exaltación romántica de la naturaleza) de los poetas, escritores y cronistas de todos los tiempos, desde la época cortesana del siglo XV,


 con el inefable Jorge Manrique a la cabeza (1440-1479), hasta el período de la Restauración y del regionalismo poético, con la gallega Rosalía de Castro (1837-1885), que ha representado y aun representa una de las más altas cumbres del lirismo español de la etapa decimonónica.


Uno, que ya se encuentra en ese lapso existencial de la vida humana en que ésta declina de la plenitud hacia el ocaso, ha sentido también la agradable y sobrecogedora tentación de coger la pluma y tratar de describir, con mayor o menor acierto, el singular y bellísimo paisaje de la Granada otoñal desde un alto mirador del Albayzín revelado –como le ha llamado recientemente el profesor Sánchez Trigueros- donde, por designio de la suerte, se sitúa el escondido Carmen de los Tahalíes, en el que fijé mi residencia hace una veintena de años. 

                                        El Albayzín invita a olvidarse del llano

Sí, de ese Albayzín que es un espacio único que invita a olvidarnos de los referentes del llano, hoy tan removido y anárquico. Un Albayzín que representa, en la consideración de los historiadores más solventes e informados, el origen de la ciudad de Granada, “su principio, su parte más emblemática y su clave, ya que en él se concentran gran parte de sus misterios fugitivos…” 

                                   Ensueño de atardecer desde el Mirador de San Nicolás

Desde este mirador de hermosura y de contrastes, encerrado en un laberinto de callejas y rincones replegados sobre sí mismos, -“donde se esconde la luz de un brillante pasado de historias, tradiciones y leyendas…”- se me ha ocurrido describir –para los lectores de nuestro periódico- el inefable espectáculo de un atardecer granadino en esta época del año:

                                    Puesta del sol desde el Lavadero de la Puerta del Sol
“Tiene el otoño acuarelas de fuego, / en tardes acariciadas por un sol en agonía / que enciende de rojo intenso / las nubes del ocaso / y se acuesta sobre un mar de plata / que huye, espantado, de las sombras… / ¡Ay, el otoño de los años que huyeron,


 / cómo ha cubierto el suelo/de hojas marchitas, volanderas, / desprendidas  una a una de mi árbol / por el viento estremecido del atardecer…!. / ¡Cómo quisiera retener en mis pupilas  / las acuarelas en oro, sepia y malva / que el otoño va pintando, / con su inimitable paleta, / sobre los lienzos ajados de mi biografía…!”.

                           Desde el balcón del Albayzín he visto del deprimente espéctulo de la Vega de Granada
Pero, ¡ay dolor!, desde el privilegiado balcón de Granada –que es el Albayzín-  también he visto, desplegado ante mis ojos llorosos, el triste y deprimente espectáculo de la Vega de Granada, que aparece invadida por multitud de urbanizaciones desmesuradas y agresivas, que han privado a  nuestra indolente ciudad de uno de sus patrimonios más preciados. Ibn Bathuta (Tánger, 1304-1377) explorador, geógrafo, escritor y cartógrafo musulmán del siglo XIV, escribió en su conocido libro de viajes que “los alrededores de Granada no tienen igual en el mundo por su belleza y prosperidad. La ciudad está rodeada por casas de campo (con unas 700 huertas), jardines, prados y viñedos”. Y el propio García Lorca, en los años 20 del siglo pasado, escribía, con apasionada apreciación:

                                                                        La Huerta de San Vicente y Federico García Lorca
                                        Federico en la Huerta de San Vicente
“Estoy en la Huerta de San Vicente, una preciosidad de árboles y agua clara, con  Granada enfrente de mi balcón, tendida a lo lejos con una hermosura jamás igualada. Yo recuerdo que el aire de la Vega entraba, asombrado, por la calle de Gracia y llegaba, sin encontrar ruido ni canto, hasta la fuente de Plaza Nueva”.¡Igual que ahora…!

Para enriquecer la visión que todos conservamos en nuestra retina sobre los otoños que hemos vivido hasta ahora, me permito invitar a nuestros lectores a desplazarse –un fin de semana cualquiera- a La Alpujarra, porque hoy, como ayer, sigue siendo noticia para el hombre y la mujer de nuestros días.

                                         Barranco del Poqueira en las Alpujarras

 Acércate tú también a ella en silencio, como de puntillas, para percibir, en la impresionante soledad de sus serranías, la cordial acogida de sus gentes, el latido, los olores, el colorido y el lenguaje de la Naturaleza, y dejar sobre sus sendas, que se pierden en la lejanía gris de las encrucijadas, la huella y el recuerdo estremecido de tus pasos…¡Acércate, me lo agradecerás!

                                                 La Alpujarra y sus gentes 

Los tinaos de las Alpujarras


 Miguel J. CARRASCOSA SALAS.

(Texto de Miguel Carrascosa Salas, montaje fotográfico José Medina Villalba)


                                                           

1 comentario:

  1. Amigo Pepe: Estos Favio, ! Ay dolor ¡ que ves ahora campos de soledad, mustio collado.
    Expresan con la claridad que solo el alma puede expresar,la sentida perdida de lo que vivimos y disfrutamos; yo bebía del agua del GENIL en el mismo lugar que me bañaba, las mimbres, los tarajes, los álamos los chopos todavía presentes en nuestra querida vega, la oropéndola de color amarillo, el ruiseñor el jilguero,los mirlos y las chocolateras, llamadas así por el color achocolatado de sus huevos, la tórtola, y las bandas otoñales de las grajíllas que giraban como una nube al atardecer para ir a dormir en las chopéras, la chorcha perdiz, los zorros y tejones, las nutrias del río cacín, las anguilas, los barbos, carpas, percas. Un mundo natural tristemente desaparecido, ! Ay dolor ¡ Pero del inmenso e incomensurable tesoro de nuestra provincia y de su vega,que tu despiertas con este brillante articulo, nos permite revivir aquellos colores otoñales de inolvidables recuerdos disfrutados en nuestra niñez y juventud. Una vez más gracias amigo Pepe. José cuadros.

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